Volviendo de trabajar, pedaleando totalmente baldado voy y me pongo a reflexionar (!). Sí, a veces lo hago. Y me he dado cuenta de que si algo me voy a llevar de este país conmigo son los amaceres-atardeceres. Primero porque gracias a la curvatura del planeta y a que su eje está inclinado por una parte, y por otra a la longitud en la que se encuentra Dinamarca, a lo largo de un año entero este país te permite disfrutar ambos a casi cualquier hora. Segundo que son lentos y tortuosos y la luz va cambiando gradual y lentamente. Tercero que como no hay montañas, el espectáculo celeste que es la puesta y salida de Sol se observa en todo el horizonte. Cuarto, que debido a la lluvia y a los días nublados, para uno que se ve el Sol, se disfruta mucho más. Quinto, el silencio que hay en el país, también te acompaña en esos moemnto. Y por último que mi trabajo en la discoteca me obliga a frecuentar los albores del día más de lo que acostumbraba.
Para ser fiel a la verdad, el amanecer-atardecer en Málaga es más exótico, colorido y vivo. Pero los daneses, quizás por estar aquí alejado de mi mundo, me proporcionan una reflexiva quietud, desde que empieza el simulacro de nuevo día, hasta que un buen rato despues aparecen los primero rayos de sol.
Después de releer lo que he escrito me doy cuenta de que hay cosas que se me escapan para explicar con palabras o que debería de dormir antes de escribir en el blog.
Curiosamente las dos fotos corresponden a atardeceres y es que no tengo ninguna al alba... Algún día si madrugo....
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